Todas y todos estaremos de acuerdo en que no es lo mismo trabajar en una ONG que en una empresa privada. Los intereses en ambos casos son totalmente distintos y los son también las dinámicas de trabajo y hasta los recursos.
No hay clientes, sino beneficiarios. No hay accionistas, sino voluntarios. No hay beneficios económicos, sino sociales. Y no hay cuenta de resultados, sino transformación social.
En este curso, y con la gran aportación de mis compañeros y compañeras, creo que la figura del Community Manager ha quedado clara. Sabemos, por ejemplo, qué es y qué no es un Community Manager, si éste nace o se va haciendo por el camino, podemos incluso ver por una ventanita el día a día de Rafa, un Community Manager molón y podemos hasta consultar cuáles son las 10 claves que te harán ser mejor profesional.
Y si aún te has quedado con ganas de más, puedes profundizar sobre las funciones del community manager en este extenso documento de SolucionesONG llamado La Función del CM.
Pero la finalidad de este post no es ahondar más en este perfil profesional sino definir las características personales de un community manager que quiera llevar las cuentas de una organización social y no de una empresa privada.
En mi opinión estas serían las características fundamentales.
Idealista
¿Cómo ser la voz de la organización, de las personas beneficiarias, de la transformación social sin creer que el mundo puede mejorar? Es más, ¿cómo ser el community manager de una ONG sin tener la convicción de que tu trabajo, aunque sea teclear detrás de una pantalla, también contribuye a hacer del planeta un lugar más habitable? Personalmente creo que no se puede.
Por eso, el idealismo es uno de los puntos claves que ha de tener el community manager a diferencia de otro profesional que trabaje para una empresa privada. Ha de creer en la organización en la que trabaja, empaparse de su ideario para saberlo transmitir de la mejor manera a la audiencia a la que se dirige.
Autentico
La autenticidad se transmite y contribuye a conectar con el público. Hay decenas de redes sociales, millones de mensajes cada día y los/as usuarios/as de las medios sociales pasamos un filtro necesario debido a tanta infoxicación.
Para pasar el filtro es fundamental crear mensajes auténticos, compartir contenido que sea coherente con la personalidad de la organización, de la cual el Community Manager se ha de apropiar hasta casi ser la misma cosa.
La autenticidad mueve montañas, porque en un mundo de postín, andamos escasos de seres y mensajes originales que no tengan la intención de vender. Una persona auténtica no dejará espacio al postureo ni al uso narcicista de las redes sociales (que sí, también aplica a las organizaciones).
Una persona auténtica, encontrará la forma de transmitir los valores, la misión y la visión de la organización de una manera genuina. Dará voz a las personas sin ella y se retirará dignamente para que la conversación fluya sin él o ella. Porque el protagonista es el cambio, es el diálogo, es la causa y son las personas que visibilizamos con nuestra acción.
Aquí no valen los communities managers que copian y pegan, que replican estrategias que funcionan según el último estudio de tal colegio de negocios o porque lo ha dicho no se qué gurú del marketing. Esos communities, grandes profesionales también en su ámbito, mejor que se queden en las empresas privadas.
Entusiasmado
Un community manager que trabaje en el tercer sector ha de ser una persona entusiasta, porque, seamos también sinceros y sinceras, los followers no caen del cielo, el diálogo no se establece con facilidad y visibilizar una causa condenada a ser perdida no tienen tantos seguidores como el último post de cualquier influencers.
Las ONG no compran followers, sino que se ganan cada simpatizante y adepto a pulso. Tampoco tienen presupuesto para llevar a cabo campañas de pago que aumentarían su número de seguidores exponencialmente, aunque fueran solo números vacíos.
Las ONG lidian con la escasez de recursos, la falta de personal, la carencia de medios, y la saturación de trabajo, todo esto de repente y a la vez. Es un entorno muy peculiar y el community manager no solo ha de estar hecho a esta idea, sino mantenerse motivado y entusiasta ante todas estas adversidades.
Sensible
¡Y qué decir de la sensibilidad! Característica también fundamental. Queremos que los y las community managers tengan sensibilidad a la hora de utilizar el lenguaje, que es su herramienta de trabajo y un arma de doble filo, por cierto.
Ha de ser sensible ante la equidad de género usando un lenguaje inclusivo (y si no sabes cómo hacerlo, lee este artículo donde verás que no es tan difícil), ante las personas con capacidades diferentes y los colectivos vulnerados.
Su sensibilidad y humanidad han de impregnar cada palabra que escriba, cada enfoque desde el que trate un tema, cada titular y cada recurso que utilice. Deber ser su seña de ideantidad.
En definitiva, ser community manager en una organización de acción social no es apto para personas que únicamente tienen formación, experiencia o conocimientos. Para llevar las cuentas de una organización has de tener la capacidad de poner los pelos de punta, sacar alguna lagrimilla para acto seguido provocar sonrisas. Has de saber reivindicar con firmeza a la vez que lanzar un mensaje desenfadado.
En definitiva, has de tener alma.