Desde que existen los seres humanos han existido las redes sociales. Se asociaban para cazar, para compartir recursos, para compartir conocimientos, para defender intereses comunes, etc. lo que ha cambiado ha sido la forma de relacionarse en ellas. Y, sobre todo, la velocidad en la transmisión de la información. ¿Quién hubiera dicho a Filípides que, siglos después de su gesta, le hubiera bastado con tuitear la noticia de la victoria en la batalla de Marathon? Y habría sido trending topic, seguro. Tampoco le habría venido mal un teléfono o, incluso, un telégrafo. Se habría ahorrado tiempo y kilómetros. Pero, eso no habría cambiado el resultado de la batalla ni de las Guerras Médicas.
Aparte del problema de la infoxicación, del que ya ha hablado Yolanda, y muy bien, por cierto, existe el de la sacralización de lo que entendemos hoy por redes sociales (RRSS).Está claro que la aparición de Internet ha supuesto un avance en la comunicación y en la posibilidad de compartir información. Pero, no olvidemos que no son más que un instrumento. Su eficacia dependerá de cómo y para qué las utilicemos.
Centrándonos en la Administración Pública, la gran diferencia en el uso de las redes con una empresa privada es que no tenemos que vender un producto. Tenemos, eso sí, que informar, pero la venta de ese producto corresponde, en su caso, a los políticos. También tenemos que escuchar, claro, pero la respuesta no está en nuestra mano… ni en nuestra tecla.
Ahora, a aplicar lo aprendido siendo conscientes de las limitaciones del medio en que trabajamos. ¡Tened cuidado ahí fuera! Un abrazo.
Tote (dispersa y en el límite temporal)