“Pues, muy en síntesis, me dedico a escuchar y generar conversación entre las personas       ‒comunidad, de aquí la etiqueta de community manager‒ que conforman la base sobre la que apoyamos nuestro trabajo. Y, como cualquier relación, las de las redes sociales exigen dedicación y mucho cuidado, así que este trabajo de constancia creativa y permanencia flexible no entiende el lenguaje del cortoplacismo para obtener resultados”.

Es una de las múltiples respuestas que, a bote pronto, puedes dar en una del centenar de ocasiones en que personajes ‒con más o menos gracia, con más o menos desdén‒ pondrán en cuestión el trabajo efectivo (con resultados palpables o, directamente, con traducción económica) que desempaña la figura del community manager.

Si el personaje se muestra receptivo al titular explicativo (y no se añade a la lista de pesadillas que vemos aquí arriba), valdrá la pena que aproveches la ocasión para hacer un poco de pedagogía… Así que entra en detalle, destacando, de entrada, el trabajo estratégico del community management, guiado por unos objetivos, alineados con los objetivos de la organización.

El carácter de planificación estratégica puede pasar desapercibido, pero sin él, las tareas de creación de contenidos sugerentes y de difusión (por los canales adecuados para el público objetivo y con una actividad permanente) quedan cojas.

Una vez hayas dejado claro que tu trabajo persigue unos objetivos y, lejos de la improvisación, se rige por la coherencia de una planificación en constante adaptación, puedes explicar que, dichos cambios para adaptarte a los intereses de la comunidad, los consigues a través de la monitorización de las redes sociales.

Puede que, en este punto, hablando de índices de engagement y herramientas de análisis y soltando algún que otro tecnicismo del ramo, hayas conseguido transformar una mente que veía al community manager como un elemento con poco trabajo, dedicado a colgar lo que le apetece en Facebook y Twitter, en una que lo acepta como pieza profesional de la organización, que refuerza sus metas explotando el entorno digital.

Bua, sería genial conseguirlo… O peor. Es imprescindible lograrlo. Sin este paso, no podemos ganarnos las complicidades, puertas adentro, para potenciar la estrategia social media, que exige un trabajo transversal, como cualquier trabajo de comunicación organizacional. Que cale esta percepción, nos guste o no, también es una tarea diaria.

Sin encontrarnos en una posición transversal, es muy difícil extraer el valor comunicativo del trabajo de la organización y transmitirlo, con la vista puesta en la sensibilización, la captación de base social o el cualquier otro objetivo fijado en el plan social media.

¿Más detalles relevantes para esbozar la profesión a un colega? Priorizando, optaría por reivindicar el trabajo  semipsicológico de la community manager. Me refiero a la necesidad de trabajar des de y para la empatía.

Somos quienes damos una personalidad a la organización. Abrimos sus puertas y adoptamos una actitud, una manera de hacer (de decir), que la identificará, que debe reforzar sus valores. Y, al mismo tiempo, que siendo como somos y haciendo lo que hagamos, no aburra. Nunca! Todo lo contrario. Informando y compartiendo debemos atraer. ¡A ver a quién le parece poca carga esta responsabilidad!

Pues sí, aceptémoslo, a alguna persona aún le parecerá poca cosa. ¿Último intento? ¿Qué más podemos explicar para conseguir gestionar, además de empatías on-line hacia la organización, la empatía de nuestro entorno de trabajo hacia la tarea comunicativa? También La aprendiz de community manager puede darnos ideas argumentativas. Además de diversos recursos!